El general británico Arthur Wellesley (1769-1852), enviado por su gobierno para apoyar a portugueses y españoles en su lucha contra las tropas napoleónicas, recibió sus primeros títulos nobiliarios: Barón de Duero y Vizconde de Wellington.
El retrato de Sir Arthur Wellesley que incluyo en la entrada fue realizado en la localidad extremeña de Plasencia, el 15 de julio de 1809. Tanto la imagen como el texto que siguen provienen del Blog de Don Eloy Martínez Lanzas de las Heras, coleccionista de retratos en miniatura de la época napoleónica e historiador del arte.
http://colecciondeminiaturas.blogspot.com
En mayo de 1809, Wellesley regresaría de nuevo a Portugal, tras la desafortunada campaña de Sir John Moore en España, convertido en jefe de las fuerzas británicas en la Península, derrotando al mariscal Soult en Oporto el 12 de mayo de 1809. Sir Arthur, nombrado jefe de las fuerzas aliadas anglo-portuguesas antes de lanzarse en persecución de los ejércitos franceses, espera varios días en Abrantes, ciudad portuguesa próxima a la frontera con España, donde aprovecha para organizar su ejercito en varias divisiones. El motivo de la espera era el retraso de los envíos de calzado y vestuario, del dinero para atender a los pagos retrasados y de los refuerzos prometidos que se esperaban de Lisboa. Al fin las tropas británicas y lusitanas se ponen en marcha el 28 de junio , con cerca de 21.000 hombres de los 33.000 efectivos que componían el ejercito británico en la Península. El día 30 dejan atrás la Beira Baixa, última ciudad portuguesa, y tras vadear el rio Erjas pasan la frontera adentrádose en tierras españolas el 3 de julio, al encuentro del general Don Gregorio García de la Cuesta, comandante del ejército de Extremadura.
El día 9 de julio entran en Plasencia, tras pasar por Zarza la Mayor y Galisteo con gran sigilo mientras, al norte, en el valle del Duero, se concentraban los cuerpos de los mariscales franceses Soult, Ney y Mortier con un ejército de 50.000 hombres, amenazando el flanco izquierdo del avance aliado sobre Talavera mientras el mariscal Víctor se trasladaba a esa ciudad para tomar posiciones. Plasencia era un enclave estratégico de las comunicaciones entre Castilla y Extremadura y paso obligado de las tropas que bajaban desde Castilla a través del puerto de Baños con dirección a Extremadura y viceversa. Plasencia sufriría durante la guerra de la Independencia, además de pérdidas humanas, múltiples humillaciones., aparte de la práctica devastación de su agricultura y ganadería y la ruina económica de sus habitantes. En Plasencia las tropas británicas fueron recibidas por la población con vítores y muestras de alegría y las autoridades placentinas se prestaron a darles alojamiento y entregarles las escasas provisiones que quedaron después del paso de las tropas francesas del general Lefèbvre meses atrás por la ciudad , dejando tras de sí un panorama desolador. Raciones de harina, carne, paja y cebada y acopio de provisiones, de carros y animales de tiro, les fueron entregados a los que consideraban liberadores del yugo francés. Las tropas británicas en aquel caluroso verano, acamparon en la Isla, donde el río Jerte a los pies de la ciudad se bifurca formando una isla de denso arbolado y a lo largo de la explanada adyacente al acueducto, en la parte alta de la ciudad. Allí se incorporaron el primer batallón del 61º regimiento de línea y el 23º regimiento de Dragones ligeros, causando gran alborozo y curiosidad entre los placentinos por la multitud de caballos y jinetes desplegados en línea e infantes con aquellos uniformes vistosos de color rojo. En esta localidad, Sir Arthur y su estado mayor pernoctaron unos días antes de iniciar el día 18 de julio su marcha al encuentro del ejército de Extremadura y de su comandante, el general Cuesta, que acampaban en Casas del Puerto de Miravete para preparar el plan de operaciones y la distribución de fuerzas conjuntas. Por fin, entre los días 27 y 28 de julio de 1809, en las llanuras de Talavera, se entablarían los choques entre los ejércitos aliados comandados por Sir Arthur Wellesley y las tropas francesas del mariscal Víctor, con mejor suerte para los primeros. Wellesley recibió el título de Lord Wellington y Vizconde de Talavera, recompensado además con la orden del Toisón de Oro y la Gran Cruz de San Fernando por el Parlamento Constituyente, máximo órgano rector de España en aquel momento.
En el transcurso de esta corta estancia en Plasencia debió de fraguarse el retrato que disponemos. Vemos a un hombre joven vital de 40 años de edad, rubicundo, de pelo castaño rojizo, ojos azules, rostro curtido y enrojecidas mejillas por una actividad al aire libre de agotadoras marchas y contramarchas bajo el sol abrasador de aquel verano de 1809. Solo la despejada frente del estratega militar permanece blanca por la protección que ofrece el bicornio militar. Su rostro joven no ha adelgazado ni se han agudizado sus rasgos faciales, más sobresalientes en retratos posteriores; por ejemplo, sus pómulos no aparecen tan pronunciados como serían con el paso de los años, debido a una mala salud dental que, con la caída prematura de sus piezas bucales, provocaría un hundimiento de las mejillas y el resalte de los pómulos.
Este retrato en miniatura se ejecuta antes de la batalla de Talavera cuando Wellesley solamente era comandante en jefe del ejército anglo-portugués (no sería nombrado generalismo de los ejércitos españoles hasta finales de 1812) y como tal se hace retratar vistiendo el uniforme de gala de mariscal del ejército portugués. El retrato, a pesar de su deficiente dibujo, construcción del cabello y formación del lóbulo visible de la oreja, tiene una gran similitud en su construcción con el que hiciera Goya en Madrid dos años después, en de agosto de 1812. Aunque con uniformes distintos, no puede ser casual la forma en que entra la luz y rebota en el rostro. Las zonas de sombra y luz en el rostro y el punto de vista son coincidentes.
Desgraciadamente, el autor del retrato no nos es conocido, seguramente realizado en un momento de descanso de Sir Arthur Wellesley por algún pintor aficionado militar portugués, pero que no sabremos nunca si lo realizaría a petición del propio Sir Arthur o sacado a sus espaldas, mediante un rápido esbozo al que después acabaría dándole la forma definitiva durante la campaña, o bien en su hogar una vez acabada la contienda. No resulta extraño que el retratista fuese un no civil. Han sido muchos los militares que han practicado el arte del retrato en miniartura, especialmente los del arma de ingenieros y artillería. Para el levantamiento de planos topográficos de terrenos, ejecución de puentes para vadear ríos, construcciones militares de todo tipo, conocimientos físicos y matemáticos para el cálculo de las trayectorias de obuses, etc, se requería de una gran formación en las técnicas del dibujo, que se aprendían en las escuelas militares. Muchos oficiales han sido excelentes dibujantes y tenemos constancia que algunos hicieran retratos en miniatura a compañeros y jefes para enviarlos como recuerdo a sus familiares más allegados, como así nos señala François Pupil en su catalogo razonado de las miniaturas conservadas en el Museo Histórico de la Lorena en Nancy, donde se conservan una importante colección de retratos en miniaturas de militares de época napoleónica.
El retrato de Sir Arthur Wellesley que incluyo en la entrada fue realizado en la localidad extremeña de Plasencia, el 15 de julio de 1809. Tanto la imagen como el texto que siguen provienen del Blog de Don Eloy Martínez Lanzas de las Heras, coleccionista de retratos en miniatura de la época napoleónica e historiador del arte.
http://colecciondeminiaturas.blogspot.com
En mayo de 1809, Wellesley regresaría de nuevo a Portugal, tras la desafortunada campaña de Sir John Moore en España, convertido en jefe de las fuerzas británicas en la Península, derrotando al mariscal Soult en Oporto el 12 de mayo de 1809. Sir Arthur, nombrado jefe de las fuerzas aliadas anglo-portuguesas antes de lanzarse en persecución de los ejércitos franceses, espera varios días en Abrantes, ciudad portuguesa próxima a la frontera con España, donde aprovecha para organizar su ejercito en varias divisiones. El motivo de la espera era el retraso de los envíos de calzado y vestuario, del dinero para atender a los pagos retrasados y de los refuerzos prometidos que se esperaban de Lisboa. Al fin las tropas británicas y lusitanas se ponen en marcha el 28 de junio , con cerca de 21.000 hombres de los 33.000 efectivos que componían el ejercito británico en la Península. El día 30 dejan atrás la Beira Baixa, última ciudad portuguesa, y tras vadear el rio Erjas pasan la frontera adentrádose en tierras españolas el 3 de julio, al encuentro del general Don Gregorio García de la Cuesta, comandante del ejército de Extremadura.
El día 9 de julio entran en Plasencia, tras pasar por Zarza la Mayor y Galisteo con gran sigilo mientras, al norte, en el valle del Duero, se concentraban los cuerpos de los mariscales franceses Soult, Ney y Mortier con un ejército de 50.000 hombres, amenazando el flanco izquierdo del avance aliado sobre Talavera mientras el mariscal Víctor se trasladaba a esa ciudad para tomar posiciones. Plasencia era un enclave estratégico de las comunicaciones entre Castilla y Extremadura y paso obligado de las tropas que bajaban desde Castilla a través del puerto de Baños con dirección a Extremadura y viceversa. Plasencia sufriría durante la guerra de la Independencia, además de pérdidas humanas, múltiples humillaciones., aparte de la práctica devastación de su agricultura y ganadería y la ruina económica de sus habitantes. En Plasencia las tropas británicas fueron recibidas por la población con vítores y muestras de alegría y las autoridades placentinas se prestaron a darles alojamiento y entregarles las escasas provisiones que quedaron después del paso de las tropas francesas del general Lefèbvre meses atrás por la ciudad , dejando tras de sí un panorama desolador. Raciones de harina, carne, paja y cebada y acopio de provisiones, de carros y animales de tiro, les fueron entregados a los que consideraban liberadores del yugo francés. Las tropas británicas en aquel caluroso verano, acamparon en la Isla, donde el río Jerte a los pies de la ciudad se bifurca formando una isla de denso arbolado y a lo largo de la explanada adyacente al acueducto, en la parte alta de la ciudad. Allí se incorporaron el primer batallón del 61º regimiento de línea y el 23º regimiento de Dragones ligeros, causando gran alborozo y curiosidad entre los placentinos por la multitud de caballos y jinetes desplegados en línea e infantes con aquellos uniformes vistosos de color rojo. En esta localidad, Sir Arthur y su estado mayor pernoctaron unos días antes de iniciar el día 18 de julio su marcha al encuentro del ejército de Extremadura y de su comandante, el general Cuesta, que acampaban en Casas del Puerto de Miravete para preparar el plan de operaciones y la distribución de fuerzas conjuntas. Por fin, entre los días 27 y 28 de julio de 1809, en las llanuras de Talavera, se entablarían los choques entre los ejércitos aliados comandados por Sir Arthur Wellesley y las tropas francesas del mariscal Víctor, con mejor suerte para los primeros. Wellesley recibió el título de Lord Wellington y Vizconde de Talavera, recompensado además con la orden del Toisón de Oro y la Gran Cruz de San Fernando por el Parlamento Constituyente, máximo órgano rector de España en aquel momento.
En el transcurso de esta corta estancia en Plasencia debió de fraguarse el retrato que disponemos. Vemos a un hombre joven vital de 40 años de edad, rubicundo, de pelo castaño rojizo, ojos azules, rostro curtido y enrojecidas mejillas por una actividad al aire libre de agotadoras marchas y contramarchas bajo el sol abrasador de aquel verano de 1809. Solo la despejada frente del estratega militar permanece blanca por la protección que ofrece el bicornio militar. Su rostro joven no ha adelgazado ni se han agudizado sus rasgos faciales, más sobresalientes en retratos posteriores; por ejemplo, sus pómulos no aparecen tan pronunciados como serían con el paso de los años, debido a una mala salud dental que, con la caída prematura de sus piezas bucales, provocaría un hundimiento de las mejillas y el resalte de los pómulos.
Este retrato en miniatura se ejecuta antes de la batalla de Talavera cuando Wellesley solamente era comandante en jefe del ejército anglo-portugués (no sería nombrado generalismo de los ejércitos españoles hasta finales de 1812) y como tal se hace retratar vistiendo el uniforme de gala de mariscal del ejército portugués. El retrato, a pesar de su deficiente dibujo, construcción del cabello y formación del lóbulo visible de la oreja, tiene una gran similitud en su construcción con el que hiciera Goya en Madrid dos años después, en de agosto de 1812. Aunque con uniformes distintos, no puede ser casual la forma en que entra la luz y rebota en el rostro. Las zonas de sombra y luz en el rostro y el punto de vista son coincidentes.
Desgraciadamente, el autor del retrato no nos es conocido, seguramente realizado en un momento de descanso de Sir Arthur Wellesley por algún pintor aficionado militar portugués, pero que no sabremos nunca si lo realizaría a petición del propio Sir Arthur o sacado a sus espaldas, mediante un rápido esbozo al que después acabaría dándole la forma definitiva durante la campaña, o bien en su hogar una vez acabada la contienda. No resulta extraño que el retratista fuese un no civil. Han sido muchos los militares que han practicado el arte del retrato en miniartura, especialmente los del arma de ingenieros y artillería. Para el levantamiento de planos topográficos de terrenos, ejecución de puentes para vadear ríos, construcciones militares de todo tipo, conocimientos físicos y matemáticos para el cálculo de las trayectorias de obuses, etc, se requería de una gran formación en las técnicas del dibujo, que se aprendían en las escuelas militares. Muchos oficiales han sido excelentes dibujantes y tenemos constancia que algunos hicieran retratos en miniatura a compañeros y jefes para enviarlos como recuerdo a sus familiares más allegados, como así nos señala François Pupil en su catalogo razonado de las miniaturas conservadas en el Museo Histórico de la Lorena en Nancy, donde se conservan una importante colección de retratos en miniaturas de militares de época napoleónica.
Apreciado Miguel Angel,
ResponderEliminarHe quedado sorprendido por el artículo publicado en su blog, de fecha 20 de agosto de 2009, sobre el relato del General Sir Arthur Wellesley en tierras extremeñas en el verano del año 1809, días previos a la batalla de Talavera, asi como el retrato en miniatura del mencionado militar con que ilustra su pretendido trabajo.
Me llamo Eloy Martínez Lanzas, soy coleccionita de retratos en miniatura e historiador en arte, y como usted sabe dispongo de mi propio blog, donde trato de divulgar el arte de la miniatura. La imagen que usted hace uso para ilustrar "su" trabajo, pertenece a mi colección, y los textos están extraidos de mi trabajo "Arthur Wellesley, duque de Wellington y Napoleón Bonaparte. Retratos en miniatura de soldados de la época napoleónica", puplicado en mi blog con fecha 28 de noviembre de 2008, por lo que considero al no publicar las fuentes, un feo plagio indigno de su trayectoria. Ruego rectifique en su próxima entrega y aclare las fuentes donde se ha basado su trabajo. No niego publique la miniatura del general inglés de mi colección, pero por favor, le vuelvo a rogar mencione la fuente y la procedencia.
Eloy Martínez Lanzas
Estimado Eloy
ResponderEliminarNunca he querido dejar de nombrar en mi Blog las fuentes que he podido emplear para una entrada u otra. Y como muestra de mi sinceridad al respecto publico íntegramente su comentario reprochándome el plagio. Bien sabe que podía haberlo omitido, ya que esto de los Blog tiene un sistema para el control o censura de los comentarios, pero creo que lo mejor es darle a uested voz aquí para que las cosas queden claras como el agua.
Evidentemente, la foto y el texto de mi entrada del 20 de agosto coinciden con lo que aparece en su Blog, y en mi defensa solo puedo decir que no ha sido culpa mía. Yo me hubiera puesto en contacto con usted para pedirle permiso y hubiera, por supuesto, hecho referencia a la procedencia de la información.
Espero que estas explicaciones le satisfagan, puesto que la cuenta que ahora tengo con el que me la ha jugado la arreglaré con él en privado. Por supuesto, ahora mismo rectifico.
Como verá, en el Blog hay muchas referencias a otros Blogs, de hecho una de las misiones del mío es dar a conocer Blogs relacionados y el suyo, desde luego, lo es, aparte de muy interesante, aunque yo no lo he conocido hasta que he puesto en Google su nombre entrecomillado.
Disculpas, gracias por avisarme y espero poder averiguar por qué me una persona me ha intentado hacer pasar como suya una pieza que, por lo visto, pertenece a su colección.
Apreciado Miguel Angel,
ResponderEliminarNaturalmente que no me ha molestado publiques mi autorretrato en tu interesante blog que yo ya conocía, especializado en la divulgación de aspectos de una parte de la historia de España también para mi muy entrañable y querida.
Soy coleccionista de retratos en miniatura e interesado en su historia, aportando mi granito de tierra para divulgar este fragil y desconocido arte, a quien le pueda interesar. Llevo en esto más de 30 años y mi colección se acerca a las 300 piezas.
En relación al retrato del Duque de Wellington vistiendo uniforme de gala de marical portugués, fechado en Plasencia, lo adquirí hace años en Francia, tras una larga negociación con sus propietarios. Mi condición de extremeño, natural de esta localidad cacereña y el interés que despertó en mi el retrato me llevaron a compralo de inmediato.
Acepto tus disculpas y explicaciones de buen grado,como no podía ser de otra manera en una persona de tu trayectoria profesional y si necesitas hacer uso de algunos de los retratos de soldados que mi colección dispone para tus siempre interesantes trabajos de historia militar, puedes hacerlo con toda garantía (para eso lo divulgo en mi blog), aunque si me agradaría hicieses mención de su procedencia.
Recibe un saludo cordial
Eloy Martínez Lanzas
Gracias Eloy, aquí dejas unos amigos, pues creo que poco a poco vamos formando un grupito e gente maja que comparte intereses e ilusiones comunes. Estoy pensando en si un día podríamos reunirnos los que estamos en este Blog para una excursión a Los Arapiles o a Ciudad Rodrigo.
ResponderEliminarLo de la reunión estaría muy bien, si lo hacéis contad conmigo.
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