Hoy he recibido este libro, probablemente uno de los primeros ejemplares disponibles, cortesía de su autora, Natalia Griffon de Pleineville. Unas 600 páginas profusamente ilustradas dando cuenta de la campaña que terminó en La Coruña con la muerte del general Moore y con la vuelta a casa del primer ejército expedicionario británico de la guerra peninsular. Esta obra es, sin duda, uno de los mejores y más bellos trabajos que se han publicado en mucho tiempo de los dedicados a la época napoleónica. Si ya es un honor que mi nombre aparezca en los agradecimientos y que objetos y grabados de mi colección ilustren el libro, imaginaos como debe sentirse la autora al ver que por fin ha cobrado vida esta maravilla editorial.
Querida Natalia, mi más sincera expresión de admiración y enhorabuena y mil gracias por acordarte de enviarme un ejemplar de tu soberbio trabajo.
Y si alguno no conoce a esta historiadora de la época napoleónica, os remito a la presentación que de Natalia hizo en su día nada más y nada menos que David Chandler:
Aprovechando la ocasión que nos ha dado Miguel Ángel de poder escribir en su blog, os muestro un pequeña figura, de 54mm, a escala 1/32 y de la casa de miniaturas Andrea. Esta figura la he estado pintando mas o menos durante un mes, en mis ratos libres y representa a un Granadero de la Guardia Imperial. La ambientación se la he dado yo, añadiendo a la viñeta un cañón de 9 libras, arrebatado al enemigo, dejo a elección de vuestra imaginación cuál era ese ejército enemigo y el momento concreto en que sucedió la escena, pues no fueron pocas las batallas en las que participó esta ilustre unidad, Austerlitz, Eylau, Waterloo... Élite dentro de la élite, soldados seleccionados entre los mejores y mas fuertes del ejército(1,83m era la talla mínima requerida), veteranos curtidos en mil campañas, éstas eran algunas de las señas de identidad de los hombres que formaban parte de la Guardia. Seguro que alguno de vosotros podréis aportar mas datos que yo, os animo a hacerlo en los comentarios. Yo lo único que puedo hacer, de momento, es mostraros las imágenes de la figura que he pintado, no son gran cosa, pero bueno... ahí van...
Si comparamos Salamanca y Toro, podemos decir que la vestimenta varía y que la diferencia de carácter es aparente, y que esta comparación termina siendo poco favorable para los habitantes del segundo de estos distritos. Estas gentes destacan tanto por su poca higiene personal y vestimentas desaliñadas como las de Salamanca por su pulcritud en ambos aspectos. Son también reconocidos por su carácter hosco y su actitud indolente, mientras que los de Salamanca son vivaces y trabajadores. Los campesinos de esta parte de las llanuras suelen llevar una gorra de montero, mientras que las mujeres llevan un vestido que se pone por la cabeza y que sustituye a la mantilla. Ambos sexos llevan albarcas durante el invierno.
La excursión del sábado pasado nos permitió gozar de la visión de Toro que el capellán William Bradford llevó a su cuaderno de esbozos y que luego se incluiría como una hermosa aguatinta en el libro Sketches of the Country, Character and Costume in Portugal and Spain made during the Campaign of the British Army in 1808 and 1809.
Así vio esta ciudad el reverendo de Storrington:
Toro es una ciudad muy antigua situada en la orilla norte del Duero, a unas siete leguas al oeste de Valladolid. La altura sobre la que está situada es una continuación de la tierra fracturada que constituye la orilla del río y forma un accidente muy peculiar del terreno. Estos promontorios tan abruptos parecen tener su origen en algún tipo de convulsión de la naturaleza; una conjetura, apoyada por la tradición, habitual en Toro, es que en tiempos antiguos se produjo un terremoto.
La ciudad contiene casi dos mil viviendas y está rodeada por una muralla de adobe donde todavía se ven los restos de un castillo. Hay dos conventos intramuros, pero el edificio más destacado es la Colegiata, un edificio enorme de forma irregular con una arquitectura que recuerda a la sajona.
Sobre el río, que en este punto fluye con rapidez por un cauce ancho y profundo, hay un bonito puente de piedra construido sobre varios arcos.
El sábado pasado, el que suscribe y tres amigos de este Blog nos fuimos a recorrer las posiciones aliadas y francesas a orillas del Duero durante la primera quincena de julio de 1812, para poder así seguir las que fueron las maniobras previas a la Batalla de Salamanca, librada el 22 de julio de 1812.
Como guía contamos con Miguel Ángel García, autor del libro Wellington en Valladolid, un trabajo que desde aquí quiero recomendar una vez más por ameno, erudito y bien documentado.
Nos encontramos en Medina del Campo para luego marchar hacia Rueda, que fue cuartel general de Wellington en 1812. A las afueras de Rueda, en dirección a Tordesillas, nos detuvimos en un paraje desde donde pudimos divisar las alturas donde se estableció un gran campamento aliado y el puente de Tordesillas, cruzado en masa por el ejército francés en retirada el día 2 de julio de 1812.
La siguiente parada fue en la localidad de Tordesillas, con la fortuna de descubrir que la torre de la iglesia de San Antolín, templo que los franceses convirtieron en un fuerte para proteger el paso del río, estaba abierta al público. Desde esa atalaya pudimos ver perfectamente la mayor parte de las posiciones aliadas y francesas entre el 2 y el 16 de julio de 1812. Estamos seguros de que el mariscal Marmont pasó muchas horas en lo alto de esa torre meditando al respecto de como recruzar el Duero para poder así forzar a Wellington a retirarse a Portugal y recuperar la ciudad de Salamanca, que había visto forzado a abandonar el 17 de junio.
De Tordesillas nos dirijimos a las alturas que se levantan en la orilla norte del Duero frente al vado de Pollos, en el término de Torrecilla de la Abadesa, lugar de acampada de la 7ª División francesa.
De allí marchamos a Toro para comer y pasear por su viejo puente, sintiendo por un momento la presencia del capellán William Bradford, que se detuvo un tiempo en ese mismo lugar en el invierno de 1808 para hacer su boceto de la ciudad.
La penúltima parada fue en Castronuño, un pueblo situado en un hermoso paraje en el que el Duero hace una gran U. Con su privilegiada posición, su superficie horadada de bodegas, su exquisito queso y su rica historia durante el tiempo en el que británicos y franceses se jugaban ser los dueños de Europa, se me antoja como un excelente lugar de retiro.
Nos despedimos en Castrejón de Trabancos, lugar donde por poco Wellington cayó prisionero de los franceses el día 18 de julio de 1812. Marmont había efectuado una inteligente maniobra, recruzando el Duero por Tordesillas y flanqueando las posiciones de los aliados, que se veían forzados así a retirarse hacia Salamanca.
La foto la tomó Miguel Ángel García desde la torre de la iglesia de San Antolín. Se pueden ver las posiciones francesas hacia el oeste, frente al vado de Pollos.
9 de octubre: el general francés Jean-Augustin Carrié de Boissy, dirigió un ataque contra la ciudad fortificada de Astorga que fue rechazado por la guarnición española.
12 de octubre: el mariscal Augereau se hizo cargo del mando del ejército que asediaba Gerona.
18 de octubre: el general Jean-Gabriel Marchand, al mando del VI Cuerpo de Ejército francés, sustituyendo temporalmente al mariscal Ney, atacó al ejército español del Duque del Parque en Tamames, sufriendo una gran derrota, viéndose forzado a retirarse y a abandonar Salamanca, que llevaba en manos francesas desde mediados de enero.
20 de octubre: Wellington escribió su memorando dirigido al coronel Richard Fletcher, relativo a la construcción de las Líneas de Torres Vedras para la defensa de Lisboa.
Hoy me han hecho llegar la edición facsímil del diario de Francisco Gallardo, publicado bajo el título NOTICIA DE CASOS PARTICULARES OCURRIDOS EN LA CIUDAD DE VALLADOLID, AÑO 1808 Y SIGUIENTES. La presentación es de Ricardo Robledo, la introducción de Ronald Fraser y la edición de Caja Duero.
Como ya habíamos anunciado, el próximo sábado 24 de octubre los amigos de este Blog nos vamos de excursión a conocer los lugares de acampada de los ejércitos francés y aliado en la primera quincena de julio de 1812 y las operaciones más relevantes de la campaña de Salamanca, llevadas a a cabo entre los ríos Duero y Tormes, y que culminaron en la Batalla de Los Arapiles el 22 de julio de 1812.
Hemos quedado en la localidad de Rueda a eso las 10 de la mañana. Al llegar allí nos llamamos para decir dónde nos vemos exactamente.
Desde Salamanca vamos José Marcos, Tomás Hijo y yo con mi vehículo o con el de Tomás, ya lo hablaremos entre nosotros.
Desde Madrid vendrán José y Miguel Ángel, que recogerán en la estación de Medina del Campo a un nuevo amigo cuyo nombre todavía no conozco.
Es decir, 6 personas, esperamos a ver si Jorge puede venir desde Segovia, por eso de que estemos presentes todos los participantes en la primera excursión.
¿Alguien más viene? No más de diez, eso sí, sino se hace muy engorroso lo de ir con más de dos coches.
¿Quién se encarga de reservar para comer en Toro en un sitio del que tenga referencias a eso de las 14:00? Yo creo que unos 25 euros o así para comer sería el límite por arriba, salvo que opinéis otra cosa.
El guía en esta ocasión será Miguel Ángel García, y yo prometo contaros una historia muy interesante sobre el hallazgo de unos objetos en las obras de reforma de una casa en Ciudad Rodrigo. Esto todavía no lo puedo desvelar en el Blog, ya que estoy ayudando a un amigo con un artículo al respecto y no debo chafarle el trabajo.
El recorrido propuesto es:
- Rueda, nuestro punto de encuentro y cuartel general de Wellington. - Tordesillas y su puente, por donde el ejército francés flanqueó la posición aliada para terminar poniendo a Wellington en verdaderos aprietos. - Campamento francés en el término de Torrecilla de la Abadesa, frente al vado de Pollos. - Toro, un buen sitio para comer. - Castronuño, desde cuyo mirador sobre el Duero podremos ver todo el despliegue francés en esos quince primeros días de julio de 1812. - Castrejón, lugar donde se libró un combate en el que Wellington por poco termina prisionero de los franceses.
Los libros que hay que tener en la mesilla de noche esta semana son, sin duda:
1812 Wellington en Valladolid, de Miguel Ángel García García, el promotor y guía de esta excursión.
The Salamanca Campaign 1812, del capitán A. H. Marindin, que contiene 14 mapas de lo más ilustrativo sobre esta campaña.
20/10/2009 MARINA COSTA - Diario www.lasprovincias.es
El castillo de Sagunto ha desenterrado otra página de su historia. El hallazgo de dos enterramientos de época napoleónica, cerca del futuro centro de visitantes, ha abierto una línea de investigación de la que no se tenían pistas hasta la fecha: los primeros restos de un cementerio militar de la Guerra de la Independencia.
Los cuerpos aparecieron a poca profundidad, lo que da a entender que su inhumación se efectuó rápidamente. Uno corresponde a un joven de 19 años. El otro presenta el cráneo partido por la mitad.
Este descubrimiento abre una posibilidad largamente acariciada por los expertos. «Puede tratarse de los enterramientos del asedio de 1811, por lo que en este punto podría haber más de 300 cuerpo enterrados. No podemos dejar de lado uno de los momentos históricos más dramáticos del castillo y es básico seguir analizando este hallazgo», explica el investigador Paco Herráiz.
Más pistas
La gran incógnita es averiguar si se trata de soldados franceses o miembros de la guarnición española. «Los integrantes del ejército de Napoleón llevaban una tablilla identificativa colgada del cuello con muescas sobre los meses de servicio cumplidos pero mientras no se investiguen los enterramientos no encontraremos pistas al respecto. Un botón o una simple hebilla podría ser decisiva a la hora de aclarar datos sobre el origen», subraya.
El historiador militar y experto en la Guerra de la Independencia, José Luis Arcón, detalla que los cuerpos han aparecido cerca de una brecha del castillo «asaltada por los franceses el 28 de septiembre de 1811. Podría tratarse, por tanto, de los españoles muertos rechazando el asalto e incluso de los pocos franceses que lograron acceder pero tendría que ampliarse el perímetro de excavación para obtener más datos».
Por ello, los expertos se han puesto en contacto con el Consulado de Francia en Valencia, mandos superiores del contingente francés en la base de la OTAN en Bétera y la asociación dedicada a los caídos al servicio de Francia Le Souvenir Français para recabar su apoyo e identificar estos restos anónimos que han permanecido en silencio dos siglos.
«Tenemos una oportunidad de oro para añadir esa página a la historia de Sagunto y darla a conocer. Estamos hablando de personas que murieron en el campo de batalla y que han permanecido olvidadas y es el momento de recuperar su historia», sentencia.
Estos restos se localizaron en una zona ajardinada del futuro centro de visitantes, por lo que sería un lugar «perfecto para poner en valor un punto significativo de la compleja existencia de este castillo. Añadiría un nuevo ingrediente más a su visita», aclara el historiador militar.
Según las primeras hipótesis, se descarta que los cuerpos formen parte de algún tipo de fosa común. «Los esqueletos están bien alineados y dispuestos y no acumulados, sin más, como ocurriría en una fosa. Lo que apunta que podría tratarse del cementerio de la guarnición francesa de Sagunto, que defendió el castillo en 1813 durante más de medio año».
El historiador resalta que, dentro de dos años, «conmemoraremos el segundo centenario del asedio del castillo, en el que centenares de valencianos perecieron defendiéndolo contra el ejército imperial francés, cuyo sacrificio en pérdida de vidas fue aún mayor que el nuestro. ¿Qué mejor ocasión para rescatarlos del olvido y rendirles homenaje?».
Resulta que mi amigo Jorge está pintando una figura de 54mm de un soldado escocés para construir una viñeta del asalto a una de las brechas de Ciudad Rodrigo en la noche del 19 de enero de 1812 y me ha pedido algo de información al respecto. Bien, aquí la dejo para el resto de interesados.
Jorge, como sabes, la Brecha Grande fue asaltada por la 3ª División angloportuguesa, y tienes suerte, ya que en ella estaban integrados dos regimientos escoceses: el 74th Highland Foot (Brigada Mackinnon) y el 94th Scotch Brigade Foot (Brigada Campbell). El 74th sufrió veintiéis bajas y el 94th sesenta y nueve.
La mala noticia es que si tu figura lleva kilt, debes saber que en 1812 ninguno de esos dos regimientos llevaba esa típica prenda escocesa, ya que la habían sustituido en 1809 por los pantalones del resto de la infantería de línea británica aunque a veces lo sustituían con pantalones con el diseño del tartan de cada regimiento. Eso es lo que dice la teoría, claro. Un escocés asaltando Ciudad Rodrigo lo mismo llevaba unos pantalones hechos con cualquier tela que se hubiera agenciado en Portugal, normalmente tela marrón propia de los hábitos de los frailes.
Por supuesto, ambos regimientos llevaban casaca roja. El 74th llevaba cuello, puños y vivos blancos y el 94th en verde los mismos elementos.
Para conocer con todo detalle la uniformidad de las tropas británicas durante las guerras napoleónicas os recomiendo el libro BRITISH NAPOLEONIC UNIFORMS. THE FIRST COMPLETE ILLUSTRATED GUIDE TO UNIFORMS, FACINGS AND LACE de C. F. Franklin y publicado por The History Press.
Esta imagen pertenece al libro Sketches of the Country, Character and Costume in Portugal and Spain, made during the campaign and on the route of the British Army in 1808 and 1809, publicado en Londres por John Both en 1809, hace doscientos años. El libro contenía 53 aguatintas de William Bradford (40 representan paisajes y personas de España y Portugal, acompañadas de un pequeño texto y 13 de los uniformes militares de los ejércitos español, portugués y francés). Junto a la lámina “Aliejos. A town in the plains of Leon” figuraba un texto en inglés el cual aparece traducido a continuación:
Alaejos es una población situada en las llanuras del reino de León por la que pasó el ejército en su avance desde Salamanca. Está situada a medio camino entre esa ciudad y Valladolid, a unas pocas leguas al oeste del camino principal. Es una de las más grandes entre las numerosas pequeñas poblaciones enclavadas en esta fértil comarca y cuenta aproximadamente con quinientas o seiscientas casas que están, en su mayor parte, construidas con adobe. Un castillo de piedra, de planta cuadrada y totalmente indefendible, le da a la ciudad aspecto de haber sido importante en el pasado y contribuye a hacerla aún más interesante, puesto que el territorio que la rodea está completamente carente de arbolado o de cualquier accidente destacable del terreno.
Esta vasta llanura, que puede decirse que comienza en la frontera cerca de Almeida, se extiende más allá de Burgos y está bordeada, por un lado, por las montañas que se elevan en las cercanías de Astorga y por el otro por las ramificaciones de la sierra de Guadarrama. Incluye gran parte de los reinos de León y de Castilla la Vieja. Aunque los conocimientos agrícolas son escasos y su práctica es muy deficiente, las cosechas de cereal que produce esta zona son prácticamente inagotables. El suelo es fértil por naturaleza y la mayor parte de la tierra es de labor. (Tomo II, pág. 64)
El 5 de febrero de 2009, fue presentado en Salamanca el libro William Bradford: Viaje por España y Portugal. La guerra peninsular 1808-1809. Editado por Caja Duero, su edición hay que enmarcarla como una de las actividades para recordar el segundo centenario de la Guerra de la Independencia. La obra está dirigida por el catedrático de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Salamanca, Ricardo Robledo Hernández. La obra reeditada es la primera edición facsímil que se hace nunca de la obra original y se compone de dos libros: el primer tomo es el facsímil de un ejemplar de la edición de 1810, propiedad de Miguel Ángel Martín Mas. En las 73 páginas del segundo se desarrollan estudios de Ricardo Robledo, de Miguel Ángel Martín Mas, Antonio Cea Gutiérrez y Fernando R. de la Flor, en un intento de acercamiento al autor y sus láminas, así como una traducción al español de los textos originales.
Antonio Cea comenta treinta de las láminas, las más significativas para él, desde un punto de vista antropológico y social. De la lámina veintinueve, la de Alaejos, comenta:
Plantea Bradford esta vista de Alaejos partiendo de una traza con dos líneas de fuga a la altura del castillo: la que forma el propio foso o barranco y la del camino carretero que se adentra en la población. Camino que enfila veloz hacia la iglesia un franciscano –en expresión de Correas, ‘a paso de fraile convidado’–, mirando de soslayo a los personajes enfundados en sus capas, y parados en comentarios sobre una cruz que recuerda en la cuneta: ‘AQUÍ YACE UN MATADOR’.
Al fondo está la iglesia, de arrogante esbeltez, que agrupa una población de entre quinientas o seiscientas casas de adobe (en la lámina aparecen blanqueadas) con una tipología bastante uniforme: Construcción en una sola planta, más el sobrado; cubierta perpendicular a fachada y uno o dos vanos en cada lienzo de pared.
Advierte y comenta el autor la extraordinaria fertilidad de esta tierra del llano, junto a la absoluta ausencia de arbolado y vegetación. (II, pág. 43)
Las láminas hay que enmarcarlas dentro del viaje que hizo William Bradford (1780-1857), como capellán de una de las brigadas de infantería inglesa al mando del general John Moore, para auxiliar a los ejércitos español y portugués en su levantamiento contra los ejércitos de Napoleón, desde su desembarco en Portugal el 25 de agosto de 1808 hasta su embarque en La Coruña el 16 de enero de 1809 para regresar a Inglaterra. La lámina de Alaejos podría fecharse sobre el 14 de diciembre de 1808, cuando el ejército inglés pasó por la villa. Escribe José María Queipo de Llano y Ruiz de Sarabia (Historia del levantamiento, guerra y revolución de España, Madrid, 1835) “el 14 se entregaron en Alaejos al general Moore pliegos cogidos en Valdestillas a un oficial enemigo, muerto por haber maltratado al maestro de postas de aquella villa”. Con estas informaciones el general Moore tomaría la decisión de no ir hacia Valladolid y marcharía hacia Toro.
Como sé que mi amigo Luis Sorando gusta de recopilar retratos de José Bonaparte, aquí le dejo este grabado que quizá no conozca, aunque lo mismo sí, porque no hay cosa que él no sepa del rey José y de su ejército en España.
Hoy ha habido que hacer una escapadita entre clase y clase para atender a un grupo de turistas británicos de campos de batalla, clientes de la empresa Holts Battlefield Tours. Al mando de la expedición venía un viejo amigo, el mayor Gordon Corrigan, con el que he trabajado en el pasado en un par de documentales producidos en Gran Bretaña: "Under Siege: Ciudad Rodrigo 1812" y "Great British Military Commanders: Wellington". En la foto podemos ver al grupo sobre el Teso de San Miguel, con Salamanca al fondo, contemplando el panorama de la batalla que instalamos en ese paraje ya hace casi un año.
El final de una batalla napoleónica mostraba, sin lugar a dudas, uno de los espectáculos más horripilantes que se pueden contemplar, pero lo cierto es que también presentaba una ocasión de lo más propicia para iniciar un buen negocio. Los saqueadores de cadáveres que se lanzaron como buitres sobre los campos de batalla de Salamanca, La Albuera o Waterloo no se diferenciaban en nada de los oportunistas que han existido en todos los tiempos, esos que buscan transformar la desgracia de los otros en beneficio propio. Lo que los hacía únicos durante la época napoleónica era el objeto de mayor preferencia a la hora de despojar a un cadáver, puesto que no solamente buscaban los objetos tradicionalmente ansiados, tales como monedas o joyas, sino algo que os resultará un poco más extraño: dientes humanos.
La explicación de esta evolución en las preferencias saqueadoras es muy sencilla. A lo largo del siglo XVIII la cantidad de azúcar en la dieta entre las clases altas aumentó enormemente, lo que hizo que la odontología, una ciencia abandonada durante siglos, viviera por entonces un gran apogeo tanto en Europa como en Norteamérica. En aquel tiempo los dientes postizos suponían una gran novedad, ya que en los siglos anteriores resultaban absolutamente desconocidos. Antes los dientes dañados se extraían y no se sustituían, aunque conocemos el caso de Isabel I de Inglaterra, que disimulaba las piezas dentales perdidas con trozos de tela cuando aparecía en público.
En el transcurso del siglo XVIII se comenzaron a desarrollar dentaduras completas o parciales al tiempo que los nuevos dentistas se las arreglaban para encontrar mejores métodos de fijación de las prótesis. De todas formas, las primeras dentaduras postizas se utilizaban más por mejorar la apariencia que para otra cosa, e incluso se quitaban a la hora de comer. Los primeros dientes de porcelana se fabricaron en 1774, pero su problema es que tenían cierta tendencia a sufrir desconchones e incluso a romperse, aparte de que eran demasiado blancos como para resultar convincentes. Los dientes artificiales realmente funcionales no se desarrollaron hasta mediados del siglo XIX, hasta que se descubrió la goma vulcanizada, lo que permitió que se fabricaran prótesis moldeadas según la forma de la boca del paciente. Así que, por lo tanto, hasta ese momento, el mejor sustitutivo de unos dientes humanos enfermos eran otros dientes humanos, normalmente insertados en una prótesis hecha de marfil de elefante o de morsa.
Pero el mayor problema era que la mayoría de los dientes que se podían emplear como sustitutivos eran de poca calidad, normalmente también piezas dañadas, provenientes de individuos que no cuidaban precisamente su dentadura, tales como gente de extracción humilde o delincuentes ajusticiados. Algunas veces los dentistas transplantaban directamente un diente de la encía de una persona a la encía de otra, algo que no solía funcionar y que era un método muy propio para transmitir la sífilis. Así las cosas, cuando comenzaron las guerras napoleónicas, los dentistas y los ricos con problemas dentales vieron el cielo abierto. Y con la muerte de miles de personas en los campos de batalla de Europa, no solamente las piezas dentales inundaron los mercados, sino que se pudo acceder a piezas de gran calidad, ya que la mayoría pertenecían a individuos verdaderamente jóvenes. De los 50.000 hombres que cayeron en Waterloo, la mayoría eran jóvenes sanos con la dentadura en muy buen estado, en mucho mejor estado que aquellas que solían llegar a los dentistas para hacer prótesis. Miles de dientes fueron robados a los muertos en Waterloo para terminar en el mercado inglés, el país que se podía permitir pagar lo que valían esas joyas bucales. De hecho, se les llegó a conocer como "Waterloo Teeth" (Dientes de Waterloo), y a menudo su nuevo propietario los lucía con gran orgullo, convirtiéndose en un complemento necesario para los individuos de las clases acomodadas de la época. La denominación "Waterloo Teeth" rápidamente se terminó aplicando a cualquier dentadura joven y saludable robada en cualquier campo de batalla napoleónico y se siguió usando durante todo el siglo XIX.
Aunque los dientes artificales comenzaron a aparecer en la década de 1840, en fechas tan tardías como la década de 1860 en Europa se podían encontrar a la venta dientes humanos importados de los campos de batalla de la Guerra Civil Americana.
Confirmado lo que nos temíamos. Siento comunicaros que el próximo domingo día 18 de octubre, cumpliéndose 200 años desde que se librara la Batalla de Tamames, no está prevista la celebración de ningún acto oficial en este municipio. Y eso que Tamames fue, junto con Bailén, una victoria del ejército español sobre las tropas invasoras enviadas por Napoleón a la Península Ibérica; de hecho, Bailén y Tamames fueron las únicas victorias en solitario de los españoles, ya que en esas ocasiones no contaron con la compañía de sus aliados británicos y portugueses.
Pues ya véis como está la cosa por la provincia de Salamanca al respecto de los Bicentenarios de la Guerra de la Independencia, la desidia habitual y más desidia. Incluso en un municipio como Colmenar de Oreja (Madrid), se hicieron hace un par de domingos unas actividades de cariz cultural y conmemorativo recordando el mero ataque por parte de los paisanos de ese pueblo a un convoy francés. En Tamames, Salamanca, nada de nada.
Y yo me pregunto: ¿para eso hemos estado trabajando estos años pasados en folletos de divulgación y promoción turística incluyendo Tamames como "Sitio Napoleónico"?
Desde luego que no entiendo nada, y me da igual quién gobierne en Tamames, que ni lo sé ni me interesa, ya que por lo que respecta al tema político ya hace años que me desengañé, y ,si acaso recuperara algun día la gana de votar a alguien, no tendría más que recordar la foto de Zapatero con sus niñas en los EEUU o a la cuchipanda del caso Gürtel, solo por nombrar dos episodios recientes que dan la verdadera medida de lo que son los partidos políticos y sus camadas. Y la Diputación... ¿Ni siquiera se acuerda de esta efeméride? No es extraño, en un cartel explicativo que esta institución colocó en Aula de Interpretación de Los Arapiles en el año 2002 la fecha de la Batalla de Tamames está mal puesta, junto con otros errores, y allí sigue después de siete años.
Y que conste que el hecho de reivindicar actividades relacionadas con esta efeméride no es reivindicar la historia bélica, sino todo lo contrario, es buscar una oportunidad para educar en la paz, divulgar conocimientos, ofrecer un servicio público en el ámbito cultural, promocionar turísticamente una localidad enclavada en la carretera que lleva a una de la más bellas zonas de España y otras muchas más cosas que parece que nadie se ha planteado.
Bueno, me da igual, el próximo domingo yo sí estaré en Tamames, recorriendo las posiciones del ejército español al mando del Duque del Parque ese 18 de octubre de 1809 y disfrutando de una hermosas vistas. ¿Alguien se apunta?
Y ya veremos qué hacen en Alba de Tormes el próximo 28 de noviembre.
Bueno, definitivamente creo que necesito cambiar de aires por lo menos un par de días, y para eso nada mejor que una ciudad como Dublín, y más si en el Trinity College ofrecen una exposición con el título "Napoleon. Emperor of the French". Espero traerme para acá un precioso catálogo y el gaznate bien remojado de Guinness.
Siempre pensé que una exposición sin catálogo es una muestra que nace muerta, pero hoy en día se me antoja que también es absolutamente necesaria una página Web promocional atractiva, como la que veréis al picar en el enlace que os he puesto más abajo. Y, por supuesto, debe haber un buen hilo conductor, puesto que si no hay nada de eso la exposición se convierte en el mejor de los casos en una mera tienda de antigüedades y en el peor en una tienda de "todo a 1 euro".
Esta exposición sí tiene ese hilo conductor, ya que recorre la brillante carrera de Napoleón desde sus inicios en Tolón hasta su derrota final en Waterloo. A través de grabados de la época se muestra a Napoleón como genio militar o denostado por sus enemigos como un ser despiadado y un monstruo. También se pueden ver documentos relativos a la cirugía en los campos de batalla y diversos libros en su edición original publicados en la época napoleónica.
Exposición (Web): "Napoleon: Emperor of the French" Dónde: The Long Room (Old Library), Trinity College Dublin (Dublin 2, Ireland) Cuándo: 18 de Junio - 1 de Noviembre 2009 Horario: Opening Hours
El cementerio del pueblo de Calvarrasa de Arriba es un pequeño recinto enclavado junto a la carretera que lleva a Arapiles. Desde allí hay una magnífica vista del Arapil Chico (derecha de la foto) y del Arapil Grande (izquierda). En ese camposanto donde hace tiempo reposan los restos de mis abuelos, hoy, 10 de octubre de 2009, me he separado de lo poco que la enfermedad, la agonía y la incineración han dejado del cuerpo del hombre que me trajo a la vida. Pero tengo la certeza absoluta de que el espíritu de mi padre ahora es libre y se encuentra en paz, y así lo sentiré cada vez que camine por los campos de Los Arapiles, cuya apasionante historia la oí por primera vez por boca del hijo de unos campesinos que pasaron gran parte de su vida trabajando de sol a sol en esos mismos campos.
Lo que veis en la foto es la iglesia, consagrada a San Vicente, de la alquería de Otero de María Asensio, el lugar en el que nació y pasó su infancia mi padre. Se trata, además, del lugar en el que el mariscal Marmont pasó la noche antes de la Batalla de Los Arapiles. Ya hace muchos años que aquí no vive nadie. Las casas prácticamente han desaparecido, se han llevado las piedras para reutilizarlas, y lo poco que queda de la iglesia está a punto de derrumbarse. A unos dos kilómetros al norte de este lugar está Calvarrasa de Arriba y hacia el noroeste, justo detrás de la iglesia, están las dos colinas de Los Arapiles.
Tras el éxito de nuestra excursión al campo de Los Arapiles, Miguel Ángel García nos propone como segundo encuentro un recorrido por las riberas del Duero para contarnos la Campaña de Salamanca. Bellos parajes junto al Duero, buenas historias, lugares de acampada de las tropas de Wellington y de Marmont... ¿Qué más se puede pedir?
El recorrido propuesto es:
- Rueda, nuestro punto de encuentro y cuartel general de Wellington. - Tordesillas y su puente, por donde el ejército francés flanqueó la posición aliada para terminar poniendo a Wellington en verdaderas aprietos. - Campamento francés en Torrecilla de la Abadesa. - Toro, un buen sitio para comer. - Castronuño, desde cuyo mirador sobre el Duero podremos ver todo el despliegue francés en esos quince primeros días de julio de 1812. - Castrejón, lugar donde se libró un combate en el que Wellington por poco termina prisionero de los franceses.
Desde estos puntos podremos pisar y divisar las principales posiciones de los ejércitos en contienda en los días previos a la batalla de Salamanca o de Los Arapiles.
Dicho esto, debemos buscar forzosamente un sábado o un domingo de octubre en el que podamos coincidir los seis asistentes a la primera excursión, y contar con un máximo de 4 personas más, por razones logísticas más que nada. Bueno, si salen más de diez personas, veríamos como lo hacemos, pero no creo que suceda tal cosa.
¿Qué os parece el sábado 24 de octubre?
Gracias a Miguel Ángel García por ofrecernos esta posibilidad. Esperamos vuestros comentarios sobre asistencia y fecha.
En la foto podéis ver un paraje junto al Duero en el término de Torrecilla de la Abadesa.
Y para acompañar al certificado de defunción del pobre capitán francés, os muestro aquí un botón de oficial del Cuerpo Imperial de Ingenieros Zapadores que me dieron hace ya bastantes años.
Tiene un diámetro de 2,5 cm y está recubierto por una cascarilla dorada, típica de los botones de la mayoría de la oficialidad francesa, y sobre él se puede ver una coraza y un yelmo, portados por los zapadores imperiales en sus trabajos de excavación frente a una fortaleza asediada.
Hoy me apetece enseñaros un documento que tengo por aquí guardado y que no es otra cosa que el certificado de defunción de un capitán francés del 4º Batallón de Zapadores - 2ª Compañía - Cuerpo Imperial de Ingenieros - 6º Cuerpo de Ejército. Bueno, no sé a vosotros, pero a mí estos papeles viejos me hacen sentir aun más la guerra como la gran tragedia de la humanidad.
El certificado está firmado en Salamanca el 22 de abril de 1811 por los miembros del consejo de administración del 4ª Batallón de Zapadores, pero da cuenta de la muerte del capitán acaecida el 1 de julio de 1810 durante el asedio de Ciudad Rodrigo. Fijaos bien en el sello del Cuerpo Imperial de Ingenieros Zapadores, está muy bien conservado.
El nombre del fallecido es Tiremois Jacques François Denis, que conste aquí porque quizá algún día sepamos algo más de sus andanzas en la Guerre d'Espagne, como la llamaban los franceses.
Hablando de la guerra anglo-estadounidense de 1812-1815 me viene a la cabeza el personaje de Sir Edward Michael Pakenham, nacido el 19 de marzo de 1778 y fallecido el 8 de enero de 1815. Su hermana Catherine estaba casada con Wellington, y estuvo a al servicio de su afamado cuñado durante la Guerra Peninsular. En la Batalla de Salamanca alcanzó la gloria al mando de la 3ª División, que se llevó por delante en las alturas del Pico de Miranda a la 7ª División francesa, comandada por el general Thomiéres. En 1814, Pakenham, habiendo alcanzado el rango de major-general, aceptó reemplazar al general Robert Ross como comandante en jefe del ejército británico en Norteamérica, después de que Ross cayera bajo las balas de un francotirador. Se encontraba posando para el retrato que véis junto a esta entrada, y que se conserva en la National Portrait Gallery de Londres, cuando le llegó la orden de ponerse al frente de una expedición en Louisiana. Murió comandando el asedio de la ciudad estadounidense de Nueva Orleáns, defendida por el general Andrew Jackson, el 8 de enero de 1815, es por eso por lo que el retrato quedó inacabado. La muerte se llevó a Pakenham cuando, al encontrarse reuniendo a sus tropas muy cerca de la línea enemiga, la metralla lanzada por la artillería de la plaza le destrozó la rodilla y mató a su caballo. Mientras era auxiliado por su edecán más veterano, el mayor Duncan MacDougall, fue herido de nuevo, esa vez en un brazo. Una vez montado en el caballo de su edecán, otra ráfaga de metralla le alcanzó en la espalda, hiriéndole de muerte. El cadáver de Pakenham fue repratiado a Inglaterra metido en un barril de ron para su conservación. Fue enterrado en el panteón familiar en Killucan (Irlanda) y en la cripta de la catedral de San Pablo en Londres todavía se puede ver una estatua dedicada a este héroe de la Batalla de Salamanca.
El 18 de junio de 1812, apenas dos días después de que el ejército de Wellington liberara la ciudad de Salamanca de la presencia de tropas napoleónicas, los Estados Unidos de América declararon la guerra al Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda.
Esta entrada nos dará una idea de que la Guerra de la Independencia o Guerra Peninsular, y por ende lo acontecido en Salamanca entre 1808 y 1813, fue un episodio más de una verdadera primera conflagración mundial.
Todo lo referente a la Guerra de 1812 está muy bien explicado en el libro cuya portada acompaña esta entrada.
La Guerra anglo-estadounidense de 1812 (también conocida como Guerra anglo-americana o Guerra de 1812 (War of 1812, en inglés) fue una guerra que enfrentó a los Estados Unidos contra el Reino Unido y sus colonias canadienses, que lucharon entre 1812 y 1815 por tierra y mar. Estados Unidos declaró la guerra al Reino Unido el 18 de junio de 1812.
Sabiendo que no tenían mucho que hacer contra la poderosa Royal Navy, los estadounidenses planearon asediar Canadá por tierra. La guerra empezó con muy poca ventaja para los Estados Unidos, ya que sus intentos por invadir (y anexionar) Canadá fueron repetidamente repelidos. La milicia estadounidense se mostró inefectiva y el alto mando incompetente a lo largo de la guerra, salvo en el último año de la misma.
Pese a un bloqueo marítimo inicial de los británicos en el litoral oriental que arruinó el comercio estadounidense, éstos últimos consiguieron finalmente el control naval del lago Erie y el lago Champlain, previniendo así cualquier amenaza de una invasión a gran escala desde el norte. Los británicos lograron penetrar en partes de Maine y Washington D.C. haciendo arder sus edificios públicos, incluyendo la Casa Blanca y el Tesoro. Los estadounidenses destruyeron las fuerzas británicas compuestas de nativos americanos en el noroeste y el sureste, y en los últimos días derrotaron decisivamente un importante ataque británico sobre Nueva Orleans.
Con la derrota de Napoleón en 1814, y el estancamiento en los frentes, ambas naciones llegaron un acuerdo de paz que devolvía las fronteras a su statu quo de preguerra. En Canadá esta guerra se recuerda como una victoria, al evitar la conquista de sus vecinos del sur, mientras que en Estados Unidos es celebrado como el nacimiento de un nuevo espíritu de unidad nacional de la joven nación y una importante demostración de fuerza internacional que haría que desde Londres no se volviera a cuestionar la independencia estadounidense.
Hoy me han preguntado al respecto de un botón y unos gemelos del ejército británico que una familia ha guardado durante casi doscientos años en una cajita de madera. Los podéis ver en la foto adjunta, todos marcados con la leyenda STOREKEEPER GENERAL y con la corona de la época del rey Jorge III de Inglaterra (1738-1820).
Bien, el caso que querían saber que era eso del STOREKEEPER GENERAL, así que lo voy a contar aquí para todo el que tenga curiosidad. El Storekeeper General era el oficial encargado del transporte del equipamiento pesado, las tiendas de campaña y el equipaje pesado del ejército británico. Eso sí, debo advertir que su trabajo fue mucho más liviano entre 1809 y 1812, ya que Wellington había emitido una orden general para que no se transportaran tiendas y para que los soldados se las arreglaran vivaqueando o en los edificios que estuvieran disponibles. Además, el Storekeeper General tenía a su cargo una pequeña imprenta móvil de la que salían las órdenes, las circulares y todos los formularios que un ejército en campaña necesitaba incluso por entonces, cuarenta años antes de que la palabra "burocracia" entrara a formar parte del léxico del inglés.