La mejor narración de la carga de Garcihernández la podéis encontrar en la History of the King's German Legion de N. Ludlow Beamish, publicada por Naval&Military Press en el año 1997.
Lo cierto es que la caballería de Wellington nunca tuvo muy buena prensa con respecto a su actuación en la península Ibérica. Sin embargo, en la batalla de Los Arapiles las cosas fueron muy diferentes a como habían acontecido anteriormente, ya que la caballería británica, concretamente la brigada de dragones pesados del general Le Marchant, combatió bravamente, contribuyendo en gran parte a la completa destrucción del centro del ejército francés. Además, el 23 de julio de 1812, se produjo un acontecimiento inusual en el pueblo salmantino de Garcihernández, siendo tal que los dragones de la Legión Alemana del Rey lograron romper tres cuadros defensivos formados por la infantería francesa.
El mayor parte ejército francés se retiró del campo de batalla de los Arapiles atravesando el frondoso bosque de encinas al sur del Arapil Grande y luego el puente de Alba de Tormes, que le conducía camino de Peñaranda, para así huir finalmente hacia Valladolid y Burgos. Pero la división del general Foy no siguió esa ruta, puesto que se retiró avanzando hacia el este desde Calvarrasa de Arriba, cruzando el Tormes por el vado de Villagonzalo y convirtiéndose en la cola de la gran columna que formaba el ejercito en retirada del mariscal Marmont.
Antes del amanecer del 23 de julio la brigada del major-general von Bock, compuesta por el 1º y el 2º de Dragones de la Legión Alemana del Rey (King's German Legion), recibió órdenes de levantar su vivac en Pelabravo y disponerse a iniciar la persecución del enemigo en retirada. La brigada alemana cruzó el Tormes por Encinas de Abajo para terminar uniéndose a la brigada de caballería ligera del mayor-general Anson en la carretera que discurre entre Alba de Tormes y Peñaranda.
Las brigadas de Anson y von Bock alcanzaron a la retaguardia francesa en el pequeño pueblo de Garcihernández. Las tropas en la retaguardia francesa eran las de la Primera división de Foy, que el día anterior habían combatido en los altos de la ermita de Nuestra Señora de la Peña, en Calvarrasa de Arriba. Con ellas estaban la caballería ligera del general Curto y una batería de artillería. Cuando aparecieron los hombres de Anson, los jinetes franceses al mando de Curto se detuvieron en una posición al este de Garcihernández, mientras que la infantería se disponía a continuar con su retirada por el camino de Peñaranda. Anson recibió órdenes directas de Wellington de atacar inmediatamente con dos escuadrones, uno del 11º y el otro del 16º de dragones ligeros.
Los dragones ligeros británicos formaron en línea para iniciar la carga y a ellos se les unieron los escuadrones más avanzados de la brigada de von Bock de la Legión Alemana del Rey. La caballería de Curto huyó ante la presencia de la caballería aliada y el 1º de dragones pesados de la LAR fue el primero en lanzarse en su persecución. El primer escuadrón (120 hombres), al mando de capitán von der Decken, avanzaba hacia la caballería enemiga cuando, de repente, se vió sorprendido por una descarga de fusilería que afectó sobre todo a su flanco izquierdo y proveniente de un cuadro formado por un batallón del 76º regimiento de infantería de línea francesa. Aun herido, el capitán von der Decken inició la carga contra la infantería francesa. Una segunda descarga de fusilería hirió de muerte al bravo capitán, pero su compañero el capitán von Usslar Greichen se hizo cargo inmediatamente del mando. De forma casual, lo que en principio debía haber terminado con el rechazo de la carga de la caballería alemana, se convirtió en la causa de la destrucción del cuadro francés, ya que un caballo desbocado y sin jinete de uno de los dragones alemanes se precipitó violentamente contra el cuadro francés, llevándose por delante todo lo que encontró a su paso. El resultado fue que se abrió un hueco en el cuadro francés, correspondiente al espacio ocupado por ocho hombres, por el cual los dragones alemanes pudieron penetrar en el cuadro y ensañarse con la infantería enemiga empleandosus temibles espadas largas de hoja recta. El cuadro francés se convirtió en un caos de hombres que caían con terribles heridas o tiraban sus armas para rendirse.
El resto de escuadrones de dragones alemanes pasó de largo frente a esta dantesca escena y se dispuso a cargar contra los dos batallones franceses del 6º de infantería ligera, que estaban intentando alcanzar unas alturas que se elevan sobre el camino a Peñaranda. El segundo escuadrón del 1º de dragones de la Legión Alemana del rey estaba comandado por el capitán von Reizenstein, que dirigió a sus hombres contra el batallón más retrasado del 6º de ligera, todavía a cierta distancia de las alturas nombradas anteriormente. Mientras el batallón francés se esforzaba por llegar al punto más alto, dos de sus compañías, comandadas por el capitán Philippe, se dieron la vuelta y abrieron fuego contra los dragones alemanes. Los hombres de von Reizenstein no se detuvieron y, cuando alcanzaron a los franceses, repartieron sablazos a diestro y siniestro. Los alemanes acabaron con el batallón francés, pero la resistencia que éste último había ofrecido permitió a un buen número de infantes alcanzar las alturas, donde se reunieron con el segundo batallón del 6º de ligera, que se había posicionado sobre el punto más alto apenas unos minutos antes. Así las cosas, el 6º de ligera confiaba en recibir la ayuda de un escuadrón de jinetes de Curto pero, una vez más, la caballería francesa huyó abandonando a su suerte a sus camaradas de a pie.
El 6º de ligera formó un cuadro muy precario que, desde luego, no aguantó la carga del 2º regimiento de dragones de la Legión Alemana de Rey. El cuadro se disolvió en un instante, cientos de hombres tiraron sus fusiles y otros huyeron alcanzando la protección de cuatro batallones del 39º y 69º de Línea, que estaban formando en cuadro más al este, junto a la carretera que lleva a Peñaranda. El mismo general Foy, que comandaba la retaguardia francesa, se encontraba protegido en uno de esos cuadros.
El combate de Garcihernández duró unos cuarenta minutos, pero en un período de tiempo tan corto se libró uno los ataques más famosos de las guerras napoleónicas. Los dragones alemanes perdieron 120 hombres, contando muertos y heridos, de los 700 que participaron en la acción, pero capturaron unos 1.100 prisioneros entre los franceses que se retiraban.
El informe que Wellington envió al gobierno británico dando cuenta de la hazaña llevada a cabo por los dragones de la KGL hizo que todos los oficiales de ese cuerpo, que hasta ese momento tenían rango interino en el ejército británico, adquirieran un grado y un empleo permanente. Además, cuando Wellington entró triunfante en Madrid el 12 de agosto de 1812, los dragones de la KGL marcharon en un lugar de honor al frente de la columna, reconociéndoles de este modo los servicios prestados ese 23 de julio de 1812, gracias a los cuales el nombre del pequeño pueblo salmantino de Garcihernández se hizo famoso en las calles de Londres.
Acabo de recorrer el campo de batalla y es alucinante como se pueden reconocer los escenarios con tan solo un mapita como el que muestras aquí. La zona en que se formaron los cuadros es casi perfectamente llana y hoy está cubierta de una verde pradera. Lástima que ningún cartel, monumento o algo indique un hecho histórico como este.
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