jueves, 26 de febrero de 2009

William Bradford: Viaje por España y Portugal

Hace casi un par de años tuve la enorme suerte de encontrar en una librería de viejo de Chicago un ejemplar de la edición de 1810 del libro Sketches of the Country Character and Costume in Portugal and Spain made during the campaign, and of the route of the British army in 1808 and 1809. No dudé en traérmelo para Salamanca y en ofrecerlo a Caja Duero como libro institucional para las Navidades de 2008. Toda esta historia ha terminado con una preciosa edición que ya está en los escaparates de las librerías. Podéis leer la reseña aparecida en el diario "El Mundo" el día 26 de febrero de 2009 para conocer algo más sobre el reverendo William Bradford, su obra y las personas que hemos participado en esta edición.

5 comentarios:

  1. En cuanto llegue a Pereña esta semana Santa mi hermana me regalara el libro que lo adquirio en la libreria Cervantes al instante de publicarse...Un magnifico libro que gracias a ti nos va a llegar a los aficionados a este apasionante tema...A proposito Miguel toma nota de mi direccion de correo...Felipe Castro de Baracaldo

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  2. Desde hace mucho tiempo he sentido curiosidad por saber si William Bradford, cuando dibujó en Salamanca una de las láminas de esta serie, conocía o no la "doble vida" que llevaba en secreto el personaje que, bajo una sotana, en ella se representa. Me refiero a la lámina del irlandés Patrick Curtis, aquel doctor en Filosofía entre otras materias, que dirigía desde hacía décadas en Salamanca el Colegio de los Irlandeses. ¿Lo dibujó única y exclusivamente por lo exótico que le resultó encontrar en una ciudad de la Castilla profunda a un irlandés, que además ostentaba un elevado cargo académico, o lo hizo también porque ya sabía que era además un importante espía que centralizaba en su persona informaciones claves sobre los movimientos de los ejércitos de Napoleón en la península?.
    Quizás, gracias a este blog, alguien pueda ofrecer una respuesta al respecto.

    José Marcos. (Salamanca)

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  3. Sobre Patrick Curtis (Patricio Cortés para los salmantinos) he podido consultar su expediente universitario en la Universidad de Salamanca y la documentación relativa al periodo final de su vida como arzobispo de Armagh (Irlanda). Evidentemente, en esa documentación no se menta para nada su labor como espía, y dudo que quedara nada por escrito a este respecto. En mi opinión, en 1808 Curtis todavía no ejercía labores de espionaje para los aliados. Lo que sí sé con seguridad es que los pocos estudiantes irlandeses que quedaban en Salamanca se unieron al ejército de Moore como intérpretes y que éstos terminaron embarcándose en La Coruña. Ignoro si Curtis se quedó en Salamanca o se marchó con ellos y luego retornó. Yo creo que Bradford dibujó a Curtis por la mera razón de que era un personaje conocido de la sociedad salmantina, porque era clérigo como él y porque al ser hablante de inglés y salmantino de adopción era una valiosa fuente de información etnográfica. Tengo documentado, gracias a las memorias de un oficial británico de caballería ligera (Tomkinson); que en el verano de 1812, con la ciudad de Salamanca libre de franceses, Curtis no tuvo reparos en mostrarse en público junto a el estado mayor del ejército británico, por lo que en noviembre de ese año, cuando retornaron los franceses, el rector de los Irlandeses tuvo que abandonar la ciudad porque ya todo el mundo sabía del apoyo prestado a Wellington como informador y su vida corría peligro.

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  4. Muchas gracias Miguel Angel por las respuestas sobre Patrick Curtis. Todo un privilegio para mí poder conocer las anteriores informaciones para cuyo conocimiento seguramente dedicaste tú en su día mucho tiempo y constancia.
    Aún a riesgo de resultar extenso y, con el ánimo de dibujar un poco más el perfil Curtis y de los estudiantes a los que daba clases, encontramos una referencia de este personaje en la obra "Un viaje por España en la época de Carlos III. 1786-1787", cuando su autor, el impenitente viajero británico Joseph Twonsend, antecesor de los viajeros románticos del siglo XIX, llegado a Salamanca y, habiéndole fallado la posibilidad de alojarse en la casa del marqués de Oviedo por encontrarse este último enfermo en Madrid, nos comenta literalmente:
    "Esto supuso un gran contratiempo para mí, pues carecía de cartas de recomendación y de perspectivas de poder ser presentado. Sin embargo, me arriesgué a presentarme ante el director del Colegio Irlandés, el doctor Curtis, que me recibió con gran educación, me tomó bajo su protección y, durante los diez días que permanecí en la ciudad, me consideró un miembro más de su familia. Disfruta de una respetable posición social y vive contento en el colegio, que ocupa uno de los menores edificios conventuales de España" (...)"En el Colegio Irlandés ingresa un turno de sesenta estudiantes cada ocho años, que es el tiempo que requiere la preparación para el sacerdocio. De esta manera, nunca lo habita más de una promoción para el sacerdocio. De esta manera, nunca lo habita más de una promoción. Se espera de ellos que en estos años adquieran un amplio conocimiento de los idiomas antiguos. Además, durante la mitad de este tiempo, aprenden filosofía, y en el resto, teología. La primera incluye lógica, metafísica, matemáticas, física y ética, que aprenden leyendo a Jacques. En su estudio de teología siguel al padre Collet. Se levantan todas las mañanas a las cuatro y media, y no disfrutan de vacaciones. Las clases se desarrollan siguiendo un método muy singular que sería interesante adoptar en nuestras universidades. A los estudiantes se les propone dos veces al día una serie de temas para su análisis y se les indican los libres que pueden leer para prepararlos. Si el tema admite discusión, dos de los estudiantes mantienen un debate dirigido por un moderador, que colabora con ellos cuando es preciso y les guía para encontrar la verdad. Cuando no es posible actuar de esta manera, el tutor, en vez de impartir una claser formal, se dedica a examinar a sus alumnos, y de este modo se agiliza la educación. La relación que se establece entre el doctor Curtis y sus alumnos es similar a la que existe entre un padre y un hijo; y a pesar de su destierro, el doctor vive contento con el desempeño de sus importantes tareas. Sin embargo, es muy lamentable que tanto él como ellos se hayan visto obligados a buscar eun un país extranjero y lejano la protección a la que deberían tener derecho en el suyo propio".

    Párrafos más adelante, cuando Twonsend se dispone a abandonar Salamanca después de haber contactado con un mozo para que le acompañara con una mula camino de Piedrahita (Avila), nos sigue refiriendo lo siguiente:
    "El 22 de octubre, después de comer, me despedí con sicero pesar del doctor Curtis y nos pusimos camino de Alba de Tormes.
    Al cabo de dos leguas, que habían sido de continua ascensión, entramos en un bosque de encinas que, según me dijo el guía, se extendía de Este a Oeste por espacio de unas cuarenta leguas. las bellotas eran similares a las que, según Horacio, llevaron a los primitivos habitantes de un modo entonces joven a crear la guerra(...) Tras atravesar este bosque, empezamos a descender por un territorio de hermosos cultivos y rico en trigo y vino, que nos condujo a Alba, ciudad que dista de Salamanca cuatro leguas cortas".

    Por lo que deducimos que este viajero atravesó y nos describió, en su camino hacia Alba de Tormes, por todo lo que fue, 13 años más tarde, el ala Este del Campo de Batalla de Los Arapiles. Más en concreto, la posición que el general Foy ocupó en Calvarrasa de Arriba, o los bosques de las dehesas de "La Maza", "La Alcubilla", "Los Perales" etc... que recorrieron en su huida los soldados del derrotado ejército francés que lograron escapar del desastre.

    José Marcos (Salamanca)

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  5. Dado que no puedo permitirme la licencia de cometer ninún lapsus que enturbie la integridad de este estupendo blog, escribo estas líneas para hacer una acotación sobre el anterior comentario en el que presentaba al viajero británico del siglo XVIII Joseph Twonsend a su paso por Salamanca y la descripción que nos hacía de Patrick Curtis. He apuntado equivocadamente que eran 13 los años transcurridos entre el paso de Twonsend por la parte Este de lo que años más tarde sería el Campo de Batalla de los Arapiles y el desarrollo de la propia batalla, que aconteció en 1812. Corrijo esa cifra de 13. Evidentemente son 25 los años transcurridos desde 1787. Un cuarto de siglo, lo que nos puede dar lugar a una idea mucho más amplia de las enormes raíces que debió tener Curtis en Salamanca.

    Jose Marcos (Salamanca)

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