Con permiso de Miguel Ángel, posteo esta entrada en su blog.
Creo recordar que en la excursión que hicimos al Campo de Batalla de Arapiles, alguien comentó que creía que Wellington había llegado a ser fotografiado casi al final de sus días. A mi también me sonaba haber visto esa fotografía de Wellington anciano. Hoy la encontré navegando por http://www.napoleonbonaparte.es/ y os la muestro en esta entrada.
Tiene cara de abuelito bondadoso y todo jejeje
ResponderEliminarSaludos
Muy curiosa la foto....y en bastante buen estado de conservación....
ResponderEliminarEste daguerrotipo es del año 1844, cuando Wellington contaba con 75 años de edad. Lo vi por primera vez hace 4 años en las páginas de una recomendable biografía que escribió Richard Holmes sobre el Lord.
ResponderEliminarQue la fotografía aún no se hubiera inventado cuando se desarrollaron las Guerras Napoleónicas rodea a éstas de un aura mítica.
El hecho de que tenga que ser nuestra imaginación la que cabalgue en pos de la evocación de imágenes que nos descubran, por ejemplo, la magnitud de aquellas grandes batallas campales nos obliga a implicarnos de una manera especialmente activa si pretendemos que nuestras mentes generen "sombras de la realidad", cual "Caverna de Platón", que nos sugieran la plasticidad de muchos aspectos militares de aquella época.
Aparte de esta fotografía de Wellington, sabemos de la existencia de un pequeño ramillete con otras que nos presentan a protragonistas de la Era Napoleónica, en su ancianidad o próximos a ella.
Unos son famosos, como Jerôme Bonaparte, hermano de Napoleón, o el general británico de caballería Stapleton Cotton.
Otros, también célebres, posaron asimismo para el nuevo invento, como Sir Hugh Gough o Lord Raglan, quienes mucho antes de pasear sus galones entre los ejércitos que lucharon en la Guerra de Crimea, ya habían hecho méritos en sus años más jóvenes en la Guerra Peninsular.
Lo mismo sucede con el general francés Alphonse d´Hautpoul, quien posó para la cámara enfundado en su uniforme de general a mediados del siglo XIX, en el contexto de la guerra colonial que mantuvo el país galo en Argelia, consiciente de que estaba tan orgulloso de las medallas que colgaban de su guerrera como de las cicatrices que se escondían bajo la misma, originadas, por ejemplo, en la Batalla de Los Arapiles, donde resultó herido cuando aún era un capitán del 59 regimiento de línea, por una bala de mosquete en la cadera izquierda y por un golpe de bayoneta en el brazo derecho.
Con menor o incluso nula graduación, posan igual de ufanos otros militares napoleónicos como los que recientemente nos ha presentado Françesc Pintado en su singular blog "Armas de las Guerras Napoleónicas".
Quizás constituya un guiño del destino el hecho de que el genio que impulsó a aquella época, y que fue el verdadero epicentro que hizo bascular al mundo política y militarmente a su alrededor, me refiero obviamente a Napoleón, se extinguiera físicamente en 1821, pocos años antes de que otro compatriota suyo obtuviera la primera fotografía de la historia: unos simples tejados del viejo París.
De haber vivido más años, posiblemente se habría fotografiado a Bonaparte, cautivo como hubiera estado, en poses menos dignas que la que exhibe Wellington en el daguerrotipo de esta entrada, para mayor regocijo de quienes siempre pensaron en él como "El ogro de Europa".
Por el contrario, muchos otros, los que asimilaron a Napoleón con personajes de la antigüedad clásica como César o Alejandro, pueden haber agradecido que el maravilloso invento de la fotografía se demorara lo suficiente como para que la imagen del destronado emperdador en Santa Elena se redujera únicamente a una iconografía compuesta por una serie de grabados y caricaturas más o menos jocosas.
En cualquiuer caso, no dejarán nunca de atraerme las "sombras" de la "realidad", ésas que un observador paciente y soñador, puede llegar a atisbar en la "Caverna de Platón", que siendo como es un mero mito filosófico, tiene cierto parangón ideal con la "cámara oscura", aquel artilugio que, debidamente perfeccionado en el transcurso de los siglos con los elementos físicos y químicos adecuados, acabó por servir de fundamento para la invención de la fotografía, de la que Napoleón, al contrario que de su última isla, sí logró escapar, a la mayor gloria de su leyenda.
José Marcos.
Muchas gracias José por ilustrarnos con tus palabras. Es un placer leerte de nuevo por aqui.
ResponderEliminarPor cierto, tengo guardadas algunas de las fotos a las que haces alusión, si os parece de interés, decidlo y las publico en el blog.
Saludos
El placer es mío. Soy yo, un simple aficionado a la epopeya napoleónica, quien se ilustra de quienes tienen el buen gusto de, tal como refieres, coleccionar alguna de aquellas históricas fotografías.
ResponderEliminarJosé Marcos.